Una vez más, el gobierno de Melella demuestra que su prioridad es mantener el control y evitar cualquier cambio que amenace sus intereses. Mientras Francisco Devita, ministro de Economía, se niega a que la provincia adhiera al Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI), argumentando que la arcaica Ley 19640 es “suficiente”, en Ushuaia, el Concejo Deliberante, con el respaldo del Melellismo, aprueba el RIGI sin mayores problemas.
Esta falta de coherencia no es casualidad. Se trata de la vieja política intervencionista que teme perder el control sobre los recursos y el futuro de Tierra del Fuego. Es un miedo a la libertad, a que las reglas del mercado generen el desarrollo que esta provincia necesita urgentemente. ¿Por qué en Ushuaia sí y en la provincia no? Porque el gobierno provincial busca proteger sus feudos a toda costa, incluso si eso significa bloquear nuevas oportunidades para el sector industrial que podrían dinamizar la economía local.
El RIGI, una propuesta basada en la competencia y la reducción de trabas para que las inversiones fluyan, es visto como una amenaza para el statu quo de un gobierno que prefiere mantener los privilegios de unos pocos antes que abrir la provincia al desarrollo real. El propio Devita admite que no propondrán la adhesión, porque su intención es clara: seguir aferrados a un modelo que ha llevado a Tierra del Fuego al borde del colapso económico.
La contradicción no puede ser más evidente: mientras en Ushuaia el oficialismo local aplaude el RIGI como una herramienta que fomentará las inversiones, a nivel provincial el Melellismo lo descarta sin siquiera evaluarlo seriamente. Esta actitud no es más que el reflejo de un gobierno que no está dispuesto a soltar las riendas, aunque ello implique ahogar el potencial económico de una provincia que sigue sumida en la crisis.
El mensaje es claro: cualquier intento de liberar a Tierra del Fuego de las cadenas del intervencionismo será combatido por un gobierno que solo sabe mantener el control a través de la burocracia y la regulación excesiva. La pregunta es, ¿hasta cuándo los fueguinos seguirán soportando este juego? ¿Cuánto más tendremos que esperar para que se entienda que la única salida a esta crisis es dejar de lado el control estatal y permitir que la libertad económica haga su trabajo?